Las diferencias de opinión prevalecÃan hasta entre los seguidores inmediatos de Cristo ysus discÃpulos. San Pablo no intentó terminarlas. El asentimiento forzoso de cualquier doctrina o laconformidad con los ritos externos sin estar convencido, es hipócrita e infructuoso. Los intentos deproducir la unanimidad absoluta de los cristianos serán inútiles. Que la comunión cristiana no seaperturbada por discordias verbales. Bueno será que nos preguntemos, cuando estamos tentados adesdeñar y culpar a nuestros hermanos, ¿no los ha reconocido Dios? y si Él lo ha hecho, ¿me atrevoyo a desconocerlos? —Que el cristiano que usa su libertad no desprecie a su hermano débil porignorante y supersticioso. Que el creyente escrupuloso no busque defectos en su hermano, porqueDios le aceptó, sin considerar las distinciones de las carnes. Usurpamos el lugar de Dios cuando nosponemos a juzgar asà los pensamientos e intenciones del prójimo, los cuales están fuera de nuestravista. Muy parecido era el caso acerca de guardar los dÃas. Los que sabÃan que todas estas cosasfueron terminadas por la venida de Cristo, no se fijaban en las festividades de los judÃos. —Pero nobasta con que nuestras conciencias consientan a lo que hacemos; es necesario que sea certificado porla palabra de Dios. CuÃdate de actuar contra tu conciencia cuando duda. Somos buenos para hacer denuestras opiniones la norma de verdad, para considerar ciertas las cosas que para otros son dudosas.De esta manera, a menudo los cristianos se desprecian o se condenan mutuamente por asuntosdudosos de poca importancia. El reconocimiento agradecido de Dios, Autor y Dador de todasnuestras misericordias, las santifica y las endulza
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